domingo, 6 de enero de 2013

CRONICA SOBRE LOS INVISIBLES

Alejandra Erazo Vega





Llorar es un lenguaje, reír es otro; pero la mayoría de veces que sentimos que las personas ni notan nuestra presencia ni le dan importancia a lo que pensamos entonces pasamos a ser invisibles. La notoriedad es parte de la estética y quien no es reconocido como útil dentro de la sociedad es solo un estorbo. Vuelve y juega el "propósito". Y lloro cuando no soy reconocida, cuando a pesar de lo que haga y diga me pasen por alto, y aunque considero que algunos sentimientos solo sirven de excusa y que hay que evadir a toda costa la influencia de las hormonas en las decisiones pasionales. A las mujeres al parecer nos importa mucho hacer vida social, figurar, causar envidia, aparentar que tenemos el mejor esposo, los mejores hijos, la mejor casa, el mejor auto y un buen trabajo y que reunirlo todo eso es nuestra felicidad, y entonces podemos sonreír. Pero luego echamos de menos sentirnos plenas, aludidas, respetadas y obedecidas e inquietas decimos que todo eso de tener solo es el caparazón de la felicidad y nos hace falta es el contenido, lamentamos no ser invisibles.   

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