jueves, 17 de enero de 2013

LAS RUTAS DEL OLVIDO NUMERO 5

Alejandra Erazo Vega





No creí encontrar un paraje abandonado de la mano del gobierno tanto como de Dios. El agua con que nos pretendíamos bañar estaba muy sucia y salina, mientras mirábamos con asco y un poco de miedo como las cucarachas y otros animalitos luchaban por encontrar alguna brisa que les espantara el calor. Allí sentados en medio de un tronco recibimos por fin las primeras instrucciones: a mi me correspondió censar la población. Quise llorar de verdad por lo tonta que había sido al no ver cuán privilegiada era al tener allá en la ciudad todo lo que deseaba y sin embargo quejarme; prometí disfrutar más de lo simple; no pude llorar sino hasta que recibimos la orden de emprender el retorno tres días después.

Esas personas que viven de la pesca, que no conocen otra riqueza que ser ellos mismos, esos niños que no han visto ciudades y sin embargo miran el horizonte y algún día dicen se convertirán en aventureros, esos hombres que saben más cosas del mar que de la misma tierra, esa madres que tejen y preparan los alimentos asediadas por el calor y el anhelo de brindar a sus hijos la posibilidad de mejorar, esa gente nos enseñó que aunque el olvido existe siempre podremos hacer algo por la persona más importante a nuestro lado al que denominamos prójimo. 


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