Por Carlos Alvárez
Estoy en el aire atado mediante un arnés a un instructor de paracaídismo sopena de ser mi primer salto el timbre suena, la puerta se abre y nos sometemos al vacío, el viento es recio, todo es ideal hasta cuando el sistema activa el paracaídas y un jalón nos vuelve con violencia hacia arriba; mi boca está seca, mi nariz húmeda, los ojos me titilan y trato de hacer algún saludo para los que allá abajo nos miran pero en vano desde esa posición es inútil y solo espero caer con inteligencia. Abajo mis amigos me indican las fotos que tomaron, y les prometo la próxima será un salto individual, proeza que hasta ahora no he podido cumplir porque por andar en la pista acelerando la moto dí un salto magistral que me lanzó al vacío de verme cara a cara con la muerte y de paso dejarme una pierna lesionada de por vida.
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