Estoy acostado en un mueble ajeno, fumando un cigarrillo que pronto sucumbirá en el humo, hay muchas habitaciones en ese departamento, en una de ellas yace dormida la chica de ojos azules, el lugar es lujoso, y pienso en que yo debería ostentar el grado de gigoló por seducir a jovencitas así, algún día lo planeé como forma para salir de la crisis económica y existencial pero deserté. Y si se están preguntando por qué no traté de aprovechar la situación y acostarme con la chica decirles que quizá fue el miedo de que en las otras habitaciones estarían sus familiares. El cigarrillo acaba y pretendo marcharme, antes lanzó una última mirada a la cama donde reposa la Sirena, y si pensé en ponerle un nombre, quizá luego escriba alguna poesía y me veré en la necesidad de mencionarla en alguna parte no quiero saber cómo se llama. Estoy a punto de decir ádios, cuando miro por la ventana la oscuridad aún reinante afuera, no importa, me digo a mí mismo siempre habrá una sala de velación abierta para mi, me marcho.
Contínua...
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