sábado, 24 de agosto de 2013

LA DEL BOBO

Por: César Vélez


A la puerta del horno se quema el pan.


Por allá en Envigado, en la finca de Otraparte había un Maestro que se merecía en Nobel por decír que la vida no vale sinceramente la pena pero de modo blando para que nadie resultará herido en su orgullo propio, el Maestro tenía razón, se llamaba Fernando González.

Nos cansamos tanto subir y bajar y esperar un destino del que nadie por millonario ó pobre podría huir.

Aprendimos a leer y quemamos los libros para que otros no aprendan y nos ganen, nos robamos los abastecimientos de bienestarina para que los escuetos niños fueran débiles y cobramos impuestos hasta para respirar en nuestra cuadra y todo ¿para qué? para que luego apareciera un político con insulas de traqueto y con Leyes viniera a cosechar donde nunca sembró.

Así que eludimos el servicio militar porque de armas sabiamos más que de mujeres, y le administramos el polvo a los que tenían con qué pagar y desterramos a los que no tenían un peso y todo ¿para qué? para que luego llegaramos a viejos con pensión, con hijos que nos dejarían abandonando y se robarían la plata.

Morirse parecía lo más inteligente por ahora. 

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