Por. Yamuzy
Acudieron todos armados con una piedra en la mano dispuestos a lanzarla contra la mujer adultera, más el Santo intervinó invitando que aquel que estuviese libre de pecado tuviera la oportunidad de lanzar la piedra; más es que estamos sordos, si apenas dada la orden alguien lanzó la piedra y escondió la mano, para fortuna ni el Santo ni la mujer fueron alcanzados; luego la multitud se dispersó y la mujer al Santo acudió a besarle los pies, mientras el Santo rogaba cordura recordaba cuantas infamias son cometidas contra la mujer, oh! mujeres de poca fe. Luego más tarde el Santo iba cargando su cruz y mirando como las mujeres eran esclavas aún del llanto y la pena les dijo a son de profesía incompleta "No lloreís por mí, sino por ustedes y por sus hijos" y desde entonces fue así, ya no reciben ellas sus piedras sino sufrimientos que les hacen llorar.
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