miércoles, 4 de diciembre de 2013

PEPAS AMARILLAS

Por: Alejandra Erazo





Me llamaron Puta más de una vez pero fueron mujeres a las que les dije que pensaba que las putas eran ellas por andarlo repartiendo a diestra y siniestra y no sacar tajada. 

Fue la era del éxtasis, de la anfetamína y la meta... bailando duraba horas y ni importaba si sabias bailar o no, la cuestión entre los más lógicos era terminar en una cama haciendo lo que Dios dijo se podía hacer en cualquier parte.

Lo peor era levantarte al otro día y sentir que seguias en esta vida, lo que no sabías era qué diablos te habías inyectado en la vena y más abajo (en la vagina y atrás), por culpa de esa química siniestra fueron infectadas enfermedades e inoculadas vidas que repitieron la suerte de sus progenitores.

La prueba del VIH fue entonces obligada y los ojos se llenaron de lágrimas por los que la terrible suerte marcó con una equis de positivo y los que por fortuna nos hallábamos salvados viendo el drama queríamos obtener el resultado contrario.

¿Por qué será que la muerte solo se acuerda de los que no la tienen presente?

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